Hace más de un mes que asisto diariamente a un juicio, pero un juicio muy diferente al que normalmente nos tienen acostumbrados las películas, las famosas series de abogados, o los telediarios.
Este es un juicio con ciertas particularidades; es un juicio en el que yo mismo me juzgo, me condeno, me sentencio, impongo mi condena, e incluso me tomo el lujo de proclamar mi propio veredicto: ¡CULPABLE! Ni siquiera hay en el tribunal un abogado defensor, porque yo, como mi propio juez, considero que ni siquiera lo merezco. Y es más, aunque lo hubiese, tengo plena seguridad que de nada serviría, puesto que como mi propio juez sigo empeñado en la sentencia de mi culpabilidad.
La pena la fijo en base a remordimientos, arrepentimientos, prejuicios, autocompasión, victimismo gratuito, me flagelo y me castigo con el convencimiento de que lo merezco, de que me lo he buscado, de que debía haber sido más prevenido, de que no tengo derecho a volver a disfrutar del sexo, de que mi tiempo para amar y sentirme amado, deseado, se terminó.
Pero hoy ha vuelto a celebrarse el mismo juicio, y he decidido que voy a cambiar el veredicto: de que ya no soy mi propio juez, de que no me impongo penas porque no hay crimen, de que no me castigo porque no he infligido la ley, de que hoy y desde ahora SOY INOCENTE, y que este es el veredicto definitivo, el último, el válido.
Hoy he decidido que se acabó el arrepentimiento, que no soy una víctima, que no merezco un castigo, que no voy a juzgarme a mi mismo. Que no voy a ser yo mismo el que se condene, porque si así lo hiciese, se lo estaría permitiendo también a los demás.
Soy el mismo de ayer, idéntico al del mes pasado; tengo el mismo color de piel, el mismo tono de voz, visto igual, mi forma de caminar no ha cambiado, mi amor por la vida, mis pasiones, incluso mis defectos, son los mismos.
Hoy he decidido que voy a vivir una vida plena, que voy a disfrutar del placer de amar, del sexo, de un modo responsable y consecuente como todos deberíamos hacer.
Este es un juicio con ciertas particularidades; es un juicio en el que yo mismo me juzgo, me condeno, me sentencio, impongo mi condena, e incluso me tomo el lujo de proclamar mi propio veredicto: ¡CULPABLE! Ni siquiera hay en el tribunal un abogado defensor, porque yo, como mi propio juez, considero que ni siquiera lo merezco. Y es más, aunque lo hubiese, tengo plena seguridad que de nada serviría, puesto que como mi propio juez sigo empeñado en la sentencia de mi culpabilidad.
La pena la fijo en base a remordimientos, arrepentimientos, prejuicios, autocompasión, victimismo gratuito, me flagelo y me castigo con el convencimiento de que lo merezco, de que me lo he buscado, de que debía haber sido más prevenido, de que no tengo derecho a volver a disfrutar del sexo, de que mi tiempo para amar y sentirme amado, deseado, se terminó.
Pero hoy ha vuelto a celebrarse el mismo juicio, y he decidido que voy a cambiar el veredicto: de que ya no soy mi propio juez, de que no me impongo penas porque no hay crimen, de que no me castigo porque no he infligido la ley, de que hoy y desde ahora SOY INOCENTE, y que este es el veredicto definitivo, el último, el válido.
Hoy he decidido que se acabó el arrepentimiento, que no soy una víctima, que no merezco un castigo, que no voy a juzgarme a mi mismo. Que no voy a ser yo mismo el que se condene, porque si así lo hiciese, se lo estaría permitiendo también a los demás.
Soy el mismo de ayer, idéntico al del mes pasado; tengo el mismo color de piel, el mismo tono de voz, visto igual, mi forma de caminar no ha cambiado, mi amor por la vida, mis pasiones, incluso mis defectos, son los mismos.
Hoy he decidido que voy a vivir una vida plena, que voy a disfrutar del placer de amar, del sexo, de un modo responsable y consecuente como todos deberíamos hacer.
Hoy he decidido que no voy a ser yo mismo el primero que se acuse de un delito no cometido, que no voy a encerrarme entre rejas para ver la vida pasar, para hacer todas las cosas que quería hacer y llevar a cabo los sueños que quería cumplir. Hoy, por fin, en este juicio final, el acusado se declara INOCENTE.
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