jueves, 21 de enero de 2010

Pandora: El paraíso donde el VIH sí se cura

Avatar provoca depresiones y pensamientos suicidas. La última super producción de James Cameron ha producido la depresión de sus espectadores, frustrados por no pertenecer a la raza azulada de los Na´vi, y sin posibilidad alguna de disfrutar de la vida “real” de Pandora.

Otros llegan incluso más lejos; no sólo se sienten deprimidos, sino que además tienen pensamientos suicidas porque saben que nunca podrán vivir en el fascinante planeta creado por el director de Titanic.

Sin salir de mi asombro me pregunto si es que ningún otro producto del séptimo arte ha podido suscitar la envidia del espectador; si acaso no hemos envidiado alguna vez ser el protagonista de una comedia romántica, tener el cuerpo escultural de alguno de los actores de la gran pantalla, o rodearnos del lujo y glamour de aquellas películas y series en las que ir de compras a Prada, Gucci, o Dior, es una parte más de la rutina del día a día. ¿Quién no deseó alguna vez encarnar el personaje de Julia Roberts en Pretty Woman o el de Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes?

Más que asombro me produce tristeza saber que si pudiesen elegir, los fans de Avatar, preferirían vivir en Pandora, que en la Tierra; este planeta donde sí hay guerras, armas, terrorismo, enfermedades, pobreza, y contaminación. Sin duda, es más cómodo deprimirse o pensar en quitarse de en medio antes que poner algo de nuestra parte para cambiar lo que aún estamos a tiempo.

Sin embargo, reconozco que como espectador de Avatar no pude evitar pensar que si Jake Sully, el marine parapléjico protagonista del film, recuperaba su movilidad al completo al vivir como un Na´vi en Pandora, mi propio avatar residente en el planeta de la tribu azul, sería seronegativo, con todas las ventajas que de ello se derivan; olvidarme de la medicación, de las consultas de rutina, de análisis, y de la losa emocional que depende del día y del estado de ánimo, pesa más o menos. De repente, me paré a pensar que Pandora sería algo así como el único paraíso posible para los seropositivos, donde el VIH sí tiene cura.

Pero a pesar de sentir cierta envidia, no me siento deprimido; estaría bien Pandora para desconectar y pasar unas vacaciones, pero creo que no me favorecería ese tono azulado ni tampoco las orejas puntiagudas. Además, con mi miedo a las alturas, jamás podría dormir envuelto en la hoja de un árbol, a cientos de metros de altura.