viernes, 22 de julio de 2011

Uno más en casa

A veces lo que más deseas llega cuando menos te lo esperas; es entonces cuando un hogar de dos se convierte en uno de tres en el momento en que un cachorro de 20 centímetros de largo y menos de 500 gramos entra por sorpresa por la puerta de casa con aire desorientado y mirada perdida.

Así llegó Romeo hace casi dos meses cambiando buena parte de la dinámica de un hogar hasta ahora habitado por dos. Él ha llenado algunos de los silencios con sus ladridos y con ese sonido que producen sus patitas deslizándose por el parquet; el mismo que te avisa que está cerca y que debes tener cuidado para no pisarlo. Se ha convertido en un despertador sin pilas y con más precisión que un reloj suizo, porque cuando el hambre aprieta, Romeo avisa con un lloriqueo de mocoso insistente.

Y es que cuando uno cree que lo sabe casi todo, llega un bebé cubierto de pelo y que camina a cuatro patas y te demuestra que siempre está dispuesto a todo con esa mirada tierna y un movimiento de colita de izquierda a derecha. Te enseña que pedir cariño no es rebajarse, que estar acompañado es mejor que estar solo cuando la compañía es buena, que la llegada a casa siempre es para él un motivo de fiesta y alegría, y que el tiempo y el cariño es el doble cuando es compartido entre dos, o el triple cuando lo es entre tres.

Es uno más en casa, y un buen motivo para no dejarse llevar por pensamientos negativos; por aquellas sombras que a veces pueden oscurecer el día, por pensar un poco menos en lo que pueda ser o no ser en próximas consultas, análisis y resultados.

Gracias, Romeo, por tu cariño sincero, y muchas gracias, amor, por traerlo a nuestras vidas.