domingo, 15 de febrero de 2009

VIH in the City


Desde que la descubrí siempre he sido un fiel seguidor de la serie Sexo en Nueva York (Sex in the City). He visto todas las temporadas, la película recientemente estrenada, incluso vuelvo a ver los capítulos con el mismo interés si casualmente el zapping me sorprende con alguno de ellos.

En la sexta y última temporada la más madura de las cuatro mujeres con más glamour de Manhattan, Samantha Jones, la sexy y promiscua relaciones públicas, recibe la terrible noticia de padecer un cáncer de mama.

Hoy mismo he vuelto a ver el capítulo en el que tras ser intervenida con éxito, Samantha inicia como prevención el tratamiento de quimioterapia, con todos los efectos que ello supone; falta de apetito sexual, caída del cabello, …

Sin embargo, la más sensual de las protagonistas de la serie nos ofrece una lección magistral de coraje y valor con el que hace frente a su enfermedad, atreviéndose incluso a sacar partido de las pelucas para jugar con divertidos y atrevidos cambios de imagen.

Ya sé que la realidad no puede ser comparada con la ficción, y por supuesto que el cáncer no es lo mismo que el VIH, pero me parece ejemplar la actitud con la que el personaje de la serie decide plantarle cara a su nueva realidad.

Cuando recibí mi diagnóstico VIH+ le advertí a mi pareja que prefería que me dejara a que me viese como un enfermo. Hoy sé que la manera en la que me vea, tanto él como los demás, sólo dependen de mí. Que sólo le pareceré un enfermo cuando yo mismo me muestre como tal.

Por el momento, sé que no voy a permitir que me vea con otros ojos, que sigo siendo el mismo de antes, pero aprendiendo día a día a tener una actitud firme ante la vida con dos principios básicos: valor y dignidad.

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