Lo que para algunos puede suponer todo un suplicio para mí se ha convertido hoy en el mejor momento del día. El trayecto de medio día de vuelta a casa desde el trabajo me ha ofrecido uno de los placeres ante el cual me rindo sin excusas ni contemplaciones; la combinación de una temperatura sorprendentemente cálida, un sol brillante y la vista del Mediterráneo, que teñido de turquesa, me regalaba un baile de destellos perfectamente sincronizado por un mar cubierto de diamantes.
Ante tal imagen, me resultaba inevitable preguntarme como cosas tan pequeñas pueden proporcionarnos placeres tan grandes. Y lo que es peor, cómo podemos permitirnos el lujo de dejar que pasen de largo ante nosotros mientras seguimos preocupados en cuestiones materiales, en problemas banales que nosotros mismos nos creamos para mantener nuestra mente ocupada.
Descuidamos el presente por un futuro ansiado que nunca llega, nos mentalizamos para pensar que seremos más felices con un puesto de trabajo mejor, cuando estemos más delgados, cuando vivamos en una casa mejor, en el próximo viaje de vacaciones, cuando tengamos un mejor coche, cuando encontremos pareja, cuando llegue el buen tiempo, cuando ganemos más dinero, …
Mil excusas, mil motivos con el que evadir el esfuerzo de ser felices hoy y apoyarnos en la comodidad de que ya lo seremos en el futuro. Pero mientras lo esperamos, se nos escapa el presente; la oportunidad de SER FELICES HOY, de disfrutar de los placeres sencillos, del tiempo con las personas que queremos, de todo aquello que hace que nos sintamos vivos y enérgicos.
Se nos olvida recrearnos en pequeños grandes placeres que no implican planes de futuro, gastos, ni grandes lujos; el olor a café durante el desayuno, escuchar la música que nos gusta, leer un buen libro, recibir un e-mail, una llamada o un mensaje de alguien a quien apreciamos, decir “te quiero”, sonreír, contemplar el mar, …
Porque sólo tú eres el responsable de convertir el día de hoy en uno diferente a los demás. No hay un día mejor para ser feliz que hoy.
Lo dijo Óscar Wilde, y no le faltaba razón: “Los placeres sencillos son el último refugio de los hombres complicados”.
Ante tal imagen, me resultaba inevitable preguntarme como cosas tan pequeñas pueden proporcionarnos placeres tan grandes. Y lo que es peor, cómo podemos permitirnos el lujo de dejar que pasen de largo ante nosotros mientras seguimos preocupados en cuestiones materiales, en problemas banales que nosotros mismos nos creamos para mantener nuestra mente ocupada.
Descuidamos el presente por un futuro ansiado que nunca llega, nos mentalizamos para pensar que seremos más felices con un puesto de trabajo mejor, cuando estemos más delgados, cuando vivamos en una casa mejor, en el próximo viaje de vacaciones, cuando tengamos un mejor coche, cuando encontremos pareja, cuando llegue el buen tiempo, cuando ganemos más dinero, …
Mil excusas, mil motivos con el que evadir el esfuerzo de ser felices hoy y apoyarnos en la comodidad de que ya lo seremos en el futuro. Pero mientras lo esperamos, se nos escapa el presente; la oportunidad de SER FELICES HOY, de disfrutar de los placeres sencillos, del tiempo con las personas que queremos, de todo aquello que hace que nos sintamos vivos y enérgicos.
Se nos olvida recrearnos en pequeños grandes placeres que no implican planes de futuro, gastos, ni grandes lujos; el olor a café durante el desayuno, escuchar la música que nos gusta, leer un buen libro, recibir un e-mail, una llamada o un mensaje de alguien a quien apreciamos, decir “te quiero”, sonreír, contemplar el mar, …
Porque sólo tú eres el responsable de convertir el día de hoy en uno diferente a los demás. No hay un día mejor para ser feliz que hoy.
Lo dijo Óscar Wilde, y no le faltaba razón: “Los placeres sencillos son el último refugio de los hombres complicados”.
2 comentarios:
Hola, que tal? Cuanta razón tienes en todo lo que dices,... el tiempo se nos pasa pensando que seremos felices en el futuro, sin apreciar la felicidad que a lo mejor tenemos en nuestras manos...
Hola Toni,
Sí, así es. Vivimos sumergidos bajo una cultura social que nos impone modelos de vida perfectos, y nos fustramos por conseguirlo olvidando disfrutar del día a día y de las pequeñas cosas ... Un fuerte abrazo.
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