miércoles, 9 de septiembre de 2009

Aprender viviendo

A dos meses de celebrar mi primer aniversario con ese ser indeseable y siempre sorprendente que un buen día decidió por voluntad propia habitar en mí, puedo decir que continuo aprendiendo a vivir con él, o más bien, vivo aprendiendo a vivir con él.

Un aprendizaje que a veces me resulta infinito, interminable, eterno, pero necesario. Es curioso como cuando crees que vuelves a retomar el control de tu vida, surge una circunstancia nueva e imprevisible con la que uno no contaba; situaciones que se presentan amenazantes; muchas veces provocadas desde la propia susceptibilidad, o de un estado donde la sensibilidad se encuentra a flor de piel.

Recuerdo como cuando recibí mi diagnóstico pensé que encontraría libros de autoayuda referidos al VIH, en los que encontrar una mínima dosis de consuelo, que hubiese sido bien recibida por poca que fuese.

En una búsqueda a la que ya hace tiempo renuncié, me sorprendió la variada oferta que psicólogos, psicoanalistas, y médicos ponen en manos del lector; sobrevivir al cáncer, vencer la anorexia, la depresión, convivir con el alzheimer, superar la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental, y un largo etcétera.

Con este abanico tan amplio llegué incluso a preguntarme qué sentido tendría acudir a una consulta o acomodarse en el diván de un psicólogo, cuando uno podría abandonarse a la lectura en el sofá de su casa con la esperanza de sentirse mejor.

No obstante me resultó curioso no encontrar ni un solo título referido a la pandemia que más millones de víctimas mortales se ha cobrado en todo el mundo. No es necesario una tesis doctoral pero al menos los cuatro consejos básicos de un experto en el tema; cómo aceptar el diagnóstico, a quién debo contarlo, la adherencia al tratamiento, o como practicar el sexo con VIH.

Quizás, aunque existiesen en las librerías, muy pocos – entre los que posiblemente no estaría – tendríamos el valor de pasar por caja con uno de estos libros en la mano, temiendo la mirada intimidatoria del vendedor, o el miedo de que alguien pudiese habernos visto tomando uno de estos libros, o siquiera ojearlos.

Estarían muy lejos de darnos una solución definitiva, pero al menos ayudarían en este largo e interminable camino de aprender viviendo. No os hagáis ilusiones, los de esta imagen, o no existen o yo no he tenido la suerte de encontrarlos. Como se suele decir en las películas: “cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.”

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola amigo. Solo decirte que a falta de este tipo de libros, tu blog para mi, y no me canso de repetirlo, es algo así como un sitio que te da vida, que te ayuda a seguir adelante y con el que me identifico en cada parrafo y en cada frase. Por eso gracias!
Tu amigo del Sur

Borja dijo...

Hola. Ahora mismo tampoco tienes demasiadas entradas. Pero no me cabe duda que, con el tiempo, tu blog es ese libro de autoayuda que reclamas. Solamente por como cuentas las cosas mereceria la pena comprarlo, incluso a la gente que solo nos toca "lateralmente".
Animo, y a ver si acabado tu periplo sigues "dandole caña" al blog.
Un abrazo enorme.

Anónimo dijo...

Hola.
Comparto totalmente lo que dices. Hay mucha gente que está sufriendo y no tiene nada que ver ese sufrimiento con los daños físicos de la enfermedad.
GRACIAS por compartir tus pensamientos en voz alta. Aunque también me toca "lateralmente" (como comentan) realmente me da de lleno.
UN ABRAZO.

lua dijo...

Hola, has ido a la comisión anti-sida de tu comunidad??? te ayudarían mucho en tus dudas.

Unknown dijo...

Tienes toda la razón,la soledad se llega a sentir hasta lo más profundo,la incomprensión,la indiferencia y espero que no llegues a percibir el rechazo.
Antes todo era lástima y rechazo,ahora la consideran una nadería porque ya hay tratamientos y se repite que es una enfermedad crónica.En fin,de un extremo al otro.Saludos