miércoles, 20 de mayo de 2009

Sin crisis todo viento es caricia

“Crisis”. Es sin duda la palabra más pronunciada del año. En los periódicos, en la radio, en televisión, en la calle, en el trabajo, en casa, todo el mundo habla de “la crisis”. Incluso parece que hemos dejado a un segundo plano las conversaciones forzadas y banales sobre el tiempo. No hace mucho hubiésemos improvisado un “¡Qué día tan bueno hace hoy!” para salir airosos al encontrarnos con un vecino en el ascensor, pero ahora no, ahora la crisis se ha convertido en el tema de moda, el más recurrente, del que todo el mundo opina pero nadie tiene soluciones. Hasta los representantes políticos de nuestro democrático país siguen más preocupados en buscar culpables, en acusar sin reparos a unos y otros, que en ofrecer remedios factibles.

Me resulta paradójico pensar en el hecho de que me diagnóstico + en noviembre del pasado año coincidiera con el agravamiento de la crisis, el desplome de los mercados internacionales, la caída en picado de la bolsa, el IBEX, la explosión de la burbuja inmobiliaria, el auge del desempleo y el resto de índices que vaticinaban el comienzo de una etapa cuanto menos difícil para la economía del mundo mundial.

Y es que en cierto modo me resultó irónicamente un consuelo pensar que la economía internacional iba desplomándose conmigo y me acompañaba en mi propia crisis personal, en el intento de asimilar y aceptar la llegada de un ser indeseable y extraño que ha decido acompañarme el resto de mi vida. Pasé por los diferentes estados de sorpresa, ira, resignación, depresión y aceptación a media que los mercados financieros caían en picado y la banca internacional se derrumbaba como un castillo de naipes.

Comencé el tratamiento mientras escuchaba a mi jefe pasearse por los pasillos diciendo aquello de “con la que está cayendo ahí fuera”. Sin duda me sentí privilegiado; ¡la economía mundial decidió acompañarme en mis diferentes crisis! Quizás hasta ella se preocupó más por mí, que yo por ella. La verdad es que con todos los acontecimientos vividos últimamente poco, o más bien nada, me he parado a pensar cuánto durará la crisis o si tarde o temprano contribuiré a engordar aún más las listas de parados de este país. Quizás peque de egoísta pero he preferido preocuparme por salir de mi propia crisis con la esperanza de que finalice mucho antes de que la economía internacional vuelva a ver la luz.

Y es que una de las mentes más prodigiosas del s. XX dejó en su legado algunas afirmaciones tan interesantes como estas: “La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado.”

Sí, Einstein dijo que “sin crisis no hay méritos”, y que “sin crisis todo viento es caricia”. Así que será cuestión de agarrarse fuerte contra el temporal, afrontar las crisis, y dejar las caricias para las noches de amor.

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