Aunque en general no suelo mostrar una actitud muy receptiva hacia los libros de autoayuda, no hace mucho, y siguiendo el consejo de un amigo, decidí dar una oportunidad al famoso autor de, entre otros, la colección de libros “Déjame que te cuente”, el psicoterapeuta argentino más popular de Hispanoamérica: Jorge Bucay.
En esta ocasión mi amigo me aconsejó “El camino de la autodependencia”, a través del cual el autor nos plantea la necesidad de asumir, absoluta y totalmente, la responsabilidad de nuestras vidas y de querernos y valorarnos tanto como deseamos que otros nos valoren y nos amen.
De entre todos los capítulos del libro, quiero compartir con vosotros, los cinco permisos inherentes a ser persona, extraídos de “Contacto íntimo”, uno de los títulos más populares de la psicoterapeuta estadounidense, Virginia Satir.
Según Bucay, “cualquiera que no ostente alguno de estos cinco permisos no es una persona. Será, con toda seguridad, un ser humano, tal vez también un individuo, pero … una persona NO”. Para el autor, ser persona es mucho más.
Estos son los cinco permisos inherentes a ser persona:
1. Me concedo a mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar a que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.
2. Me concedo a mí mismo el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.
3. Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.
4. Me concedo a mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de esos riesgos.
5. Me concedo a mí mismo el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.
Para Bucay, estos son los cinco permisos esenciales que condicionan nuestro ser persona. “Y ser persona es el único camino para volverse autodependiente”.
El primero de ellos, afirma que si yo soy una persona tengo que concederme a mí mismo la libertad de ser quien soy, lo cual implica dejar de exigirme ser el que los demás quieren que sea: el que quiere mi jefe, mi familia, mi pareja, mis amigos, etc. En definitiva, ser persona es darme a mí mismo la libertad de ser el que soy, asumiendo el riesgo de que es posible que a muchos no les guste que sea el que soy, y que además se enfaden conmigo por darme la libertad de serlo.
“Todos podemos llegar a ser personas, pero si no empezamos por este permiso, no hay posibilidades; nos quedaremos siendo individuos parecidos a muchos otros individuos que se sienten a sí mismos diferentes, pero que obedecen y pertenecen al club de aquellos que no se dan el derecho de ser quienes son; que intentan parecerse a los demás”.