Un día de
otoño, un Golf color rojo, una llamada al móvil, una voz helada que confirma un
resultado positivo y una amiga que me da su mano en un intento de encontrar
consuelo cuando no lo hay… Y después: miedo, dudas, y más miedo, y muchas más
dudas, y lágrimas, muchas lágrimas… Pero también: una playa, y ELLA y ÉL; que
me acompañan, me abrazan, me calman, sin mucho que decir porque no hay palabras
que valgan ni que suenen bien. Porque el dolor es fuerte, muy intenso, y
oscuro, tan oscuro que no hay forma de ver más allá, y nada lo alivia en esa
mañana del 6 de noviembre de 2008 que nos dejó sin sonrisas, sin tiempo y sin
ganas.
Inevitable
pensar hoy en ese día que de una forma u otra a todos nos cambió la vida, nos
hizo diferentes en cierta manera; a ellos que me acompañaron en los primeros
instantes y a los muy pocos a los que después hice participe de esta jugada
caprichosa del destino. Y por supuesto, al protagonista involuntario de esta
historia: YO, que fui el elegido por un azar cruel para interpretar un papel
real de una obra que no termina nunca.
Con 28
años lo último que uno puede llegar a imaginar es que será diagnosticado de una
enfermedad crónica que sin sentirse duele y que sin verse, a veces pesa; de la
que mucho se conoce pero de la que apenas se habla, porque hablar de ello
resulta incómodo, y porque el silencio es más llevadero, menos comprometido y
requiere menos esfuerzo.
Si el VIH me cambió para mejor o peor es
algo que nunca sabré, porque nunca viví otra realidad que ésta, la mía, y
aunque nunca lo elegí no tuve más remedio que aceptarlo y dormir con el
enemigo; dormir y despertar y en definitiva vivir con la inevitable sombra de su
amenaza durante estos 5 años y los que quedan.
Nunca he sido partidario de hacer balances,
al final es el camino recorrido lo que me ha llevado al momento en el que ahora
me encuentro; soy el resultado de mis aciertos y mis errores. El pasado no puede
cambiarse, y como lo máximo que podemos hacer con él es recordarlo, lo único
que está en nuestras manos es intentar hacerlo con una sonrisa.
Tardamos días, semanas y meses, pero
después de esa mañana del 6 de noviembre de 2008, fue inevitable volver poco a
poco a sonreír, a creer en el AHORA y a construir un presente de buenos
momentos que en el futuro será un bello recuerdo del pasado.