domingo, 28 de junio de 2009

Mi Ejército

Con los mismos nervios y la misma tensión que un estudiante espera recibir la nota de su examen de carrera más importante, así me enfrentaba yo a la última consulta médica. Después de siete meses de estricto cumplimiento con el tratamiento, y de adherencia total a éste, esperaba que la palabra mágica “indetectable” saliese de la voz de mi médico.

Y por fin la escuché: “indetectable”; me sonó a música celestial, a melodía sinfónica. Ni las Cuatro Estaciones de Vivaldi, ni el canto de un ruiseñor se pudo comparar a la sensación que me produjo escuchar esa palabra pronunciada por el doctor. Casi sin darme cuenta una sonrisa se dibujó en mis labios nada más oírla.

“Indetectable” significa que la cantidad de virus en mi sangre es tan mínima que ni los análisis pueden detectarla. Y significa que las más de doscientas noches sin olvidar tomar mi medicación no han sido en vano, que gracias a mi cita diaria nocturna con el tratamiento he conseguido minimizar al máximo la existencia de ese “bichito” circulando por mi sangre.

Sé que no he ganado la guerra, pero sí una batalla. Y como en toda batalla, la victoria no es sólo responsabilidad de un soldado, sino de todo un ejército. Y mi ejército se compone por todas aquellas personas que me han dado fuerzas y me han apoyado con su amor y su amistad.

La primera de todas, mi madre, que me acompañaba por primera vez a la última consulta y recibía conmigo la buena noticia de que el virus se ha negativizado. Aunque no vayas a leer estas palabras, gracias mamá por estar a mi lado, y seguir queriéndome igual o más que siempre. Gracias por no fallarme NUNCA.

A ti, que me lees, pero más me escuchas, GRACIAS en mayúsculas por hacerme sentir especial y único. Es difícil plasmar en palabras mi agradecimiento por tu admirable comprensión y tu infinita paciencia. Por tus cuentos a oscuras, por tu derroche de ternura, y por seguir viéndome como el chico de la camisa negra que un día se cruzó en tu camino. Ti amo.

A una gran amiga que recibía conmigo la noticia aquel fatídico 6 de noviembre de 2008, que nunca olvidaremos. Gracias por abrirme tus brazos ante la sorpresa, el miedo y el desconcierto. Gracias por tu amistad, tu consuelo. Gracias por ser mi cómplice, por escucharme, y por preocuparte. Te quiero.

Gracias a mi mejor amigo; por seguir haciéndome reír con su humor sarcástico, su ironía ante la vida, su aparente frivolidad, y su sensibilidad oculta. Gracias por afrontar todo esto con tanta naturalidad, por seguir mirándome con los mismos ojos de siempre. Es cierto, el que tiene un amigo tiene un tesoro, y yo tuve la suerte de ser el pirata que te descubrió.

Y por último, gracias a uno de mis primeros lectores. En tu distancia y en tu cercanía encontré mucha de la fuerza que necesitaba para avanzar ante la adversidad. Te convertiste en alguien importante, y las personas importantes nunca se olvidan. Fuiste el soldado que no esperaba. Estoy deseando que el tiempo nos ayude a que este blog no sea como lo es hoy nuestro único hilo de comunicación. Confío de verdad en que así sea.

Y gracias a los que me leéis, me animáis con vuestros comentarios, y me ayudáis dejándoos ayudar. Aunque sólo haya sido una batalla, estoy seguro de que con un ejército así podré ganar la guerra.